QUIEN ES JACOB
JACOB Y ESAÚ
Jacob, es el hermano gemelo de Esaú y ambos son hijos del
patriarca Isaac con Rebeca, la madre virtuosa, escogida por Dios, para seguir
la descendencia prometida a Abraham su abuelo.
Jacob, es el favorito de su madre Rebeca, siempre fue un
joven con cierta fragilidad, afinidad intelectual, dedicado más a las labores domésticas
y comprometido con la gestión de la tienda de su familia.
Esaú, nació primero que su hermano gemelo y es el consentido
de su padre Isaac, el cual lo admira por su fortaleza corporal, su destreza en
la caza, sus actividades campestres, su porte varonil y por tener el perfil rudo
para dirigir el futuro de la familia; Pero Dios y el destino, tienen planes más
sutiles hechos a la medida de Jacob.
Esaú, que es un hombre de carácter impulsivo, en un arrebato de cansancio y hambre, le vende a la ligera la primogenitura a su hermano Jacob por un simple plato de lentejas y pierde su derecho en la familia.
Posteriormente en una treta orquestada por su madre Rebeca, debido a la conducta inapropiada de Esaú y a su debilidad por mujeres no temerosas de la ley del Señor y adoradoras de ídolos, incita a Jacob a recibir la bendición de su padre Isaac, quien la tenía celosamente reservada para Esaú, ya que era su hijo predilecto.
Dadas las anteriores circunstancias y desavenencias, Esaú termina odiando a muerte a su hermano Jacob, motivo por el cual toman caminos diferentes, historias divididas y destinos cruzados.
JACOB HUYE A CASA DE LABÁN
Rebeca colmada de pánico, obliga a Jacob a huir con destino
a las tierras de su parentela en Harán, lugar donde vive su hermano Labán, con
la esperanza de volverlo a ver cuando el enojo de Esaú disminuya.
Isaac su padre lo bendice y le pide encarecidamente no casarse con mujeres de Canaán, sino, con una de las hijas de su tío Labán y le ruega a Dios que le prospere grandemente.
Jacob, completamente desorientado, solo, confundido, a la
deriva, sin saber verdaderamente que hacer y que le espera, toma su cayado y
parte con la tristeza en el alma a otras tierras, lejos de sus padres y
familiares que tanto amor se profesaban.
EL SUEÑO DE JACOB
De viaje Jacob a la tierra de su tío Labán, decide descansar,
cierra los ojos y sueña con una magna escalera traslucida y brillante como el
oro, que va desde el suelo hasta las compuertas del mismísimo cielo y ve como
suben y descienden ángeles en cuya cúspide está sentado el omnipotente Dios de
la creación.
Y le espeta Dios desde lo alto: Yo soy el Dios de tus padres
y te daré la tierra en la que estas, tu descendencia será inmensa como las
estrellas del firmamento, te bendeciré, contigo estaré, te cuidaré y te
protegeré por siempre.
Al despertar Jacob, vio como sus carnes temblaban, sintió miedo y jubilo de la grandeza del Señor y se recargo de fe y esperanza, tomo consciencia de su destino, de su propósito, del gran aprecio que Dios sentía por él y ante todo insuflo ese gran respaldo que era lo que estaba verdaderamente necesitando.
JACOB Y RAQUEL
Llegado Jacob a su destino, pregunta a los pastores por
Labán su tío y ocurre que en ese momento pasa Raquel su hija, la cual abraza y
le informa que es su pariente, esta hermosa mujer alegremente lo lleva a casa
de su padre y es recibido plácidamente por su tío Labán y todos los miembros de
la familia.
Jacob es bien acogido, comienza a trabajar las tierras de
sus parientes, se enamora perdidamente de Raquel su prima e hija menor de la
casa y decide llegar a un acuerdo con Labán su padre por ella; Se comprometen a
que la joven le será entregada por esposa luego de siete años de trabajo y es
aceptado el trato.
Pasados estos siete años de ardua labor, Jacob reclama a
Raquel como mujer, pero Labán, en una jugada siniestra, le dice que le
entregará solo a su hija mayor Lea, porque así reza la costumbre de su pueblo
de no entregar primero como esposa a la hija menor sin antes haberse asegurado
la mayor.
Y le propone nuevamente Labán a Jacob: Si trabajas otros
siete años para mí, te daré también a Raquel como esposa y será tuya para
siempre; Jacob, furioso, pero resignado debido al gran sentimiento y atracción
que sentía por la menor de las hermanas, acepta el nuevo trato y comienza la dura
jornada de trabajar otros siete años por el amor de su vida.
Siete años han pasado nuevamente, Jacob, es una mina que
genera grandes ingresos, buenas ideas y emprendimientos exitosos, pero llego el
momento de reclamar por segunda vez lo que por derecho le pertenece: Raquel, la
mujer a la que le demostró su valía desde el momento en que la vio.
Esta vez, sí le es entregada, ahora Jacob tiene dos esposas,
dos hermanas aceptadas en la tradición, dos mujeres para procrear infinitamente
y hacer cumplir la promesa de una descendencia grande que forjará una gran
nación, como bien le fue prometida por Dios a los patriarcas Abraham e Isaac su
hijo.
LA DESCENDENCIA DE JACOB
Luego de Jacob estar con sus dos mujeres, Dios ve el
sufrimiento de Lea al ser menospreciada y la recompensa con gran fertilidad y
abundancia de hijos, mientras que Raquel, la esposa amada, sigue estéril y
estando llena de envidia con su hermana, crea un plan a través de su sierva
para poder tener un hijo de Jacob y sentirlo como propio.
La pugna entre las hermanas comienza y Raquel logra por medio de su sierva tener varios hijos de Jacob, mientras tanto, Lea, luego de un periodo de no poder concebir tampoco, aplica la misma estratagema y busca otra sierva que también le de nuevos hijos con Jacob: Pero, Dios atento, escucha los ruegos de Raquel y le da un hijo de su propia carne, el cual llama José.
JACOB VUELVE A LA TIERRA DE SUS PADRES
Jacob, extrañando su tierra natal, toma la decisión de irse
y le comenta a Labán: Me marchare a la morada de mis padres y me llevaré a mis
mujeres, hijos, ovejas y toda pertenencia que tenga.
Labán, desconcertado, trata de persuadirlo para que se
quede, pues su yerno es un gran generador de riquezas, pero sus peticiones son
en vano y esto genera choques entre ellos en la repartición de las posesiones y
en todo lo concerniente a la familia.
Jacob decide huir con todo y sin decirle nada a Labán, ya
que él es inflexible en sus demandas y nada justo en lo que naturalmente es
propiedad de Jacob y decide, entonces, Labán perseguirlo en su camino.
Percatado Dios de la situación en contra de su pulilo, le envía
un sueño de advertencia a Labán en el que le exhorta a no tomar ninguna clase
de represalia ante Jacob y este asustado, toma nota de la protección divina de
su yerno y decide quedarse quieto ante tal manifestación de poder que cubre a
Jacob.
Ya Jacob, bastante avanzado en el camino a casa, se
encuentra con su hermano Esaú, con quien tuvo contienda muchos años atrás, pero
por fortuna, el odio y el rencor también habían quedado en el pasado y ambas
parentelas apaciguaron y disfrutaron el momento mientras Jacob seguía su
destino.
JACOB LUCHA CONTRA EL ÁNGEL
Estando solo Jacob en una noche placida y estrellada,
desciende desde las compuertas del Sempiterno, un ángel del Señor, listo para
el combate cuerpo a cuerpo contra las fuerzas de su siervo Jacob.
Sorprendido y ofuscado ante tal encuentro, Jacob no sabe que
hacer, mientras el ángel lo enviste con agresividad sin motivo alguno; Entonces
Jacob saca fuerzas de donde no las tiene, pone su confianza en Dios y enfrenta
al ángel con todas sus fuerzas y sin descanso alguno.
El ángel, al ver la reacción decidida y violenta de Jacob da por concluido el combate y le dice que es un ángel del Señor, entonces, Jacob le pide su bendición y este se la da y le espeta: A partir de hoy te llamaras Israel y no Jacob, porque contra los hombres y hasta con el mismísimo Dios has luchado y no has perecido.
DIOS BENDICE A JACOB
JACOB SE CONVIERTE EN ISRAEL
Y le exclama posteriormente Dios a Jacob: Hazme un altar en
el lugar en donde antaño sufriste la persecución de tu hermano.
Jacob, al recibir el sagrado recado, se purifica y exige que
todos sus acompañantes lo hagan, borrando así cualquier rastro de idolatría
percibida y poder sentirse así, apto ante la bendición que Dios le dará.
Nuevamente aparece Dios ante la presencia de su siervo Jacob
y le dice: Israel es tu nombre, ya no serás mas Jacob. Porque Yo soy tu Dios y
te expandiré, fructificaré, multiplicaré y serás una nación en la que tú y tus
descendientes heredaran la tierra de tus padres.
Ulteriormente Raquel muere en el parto de su hijo Benjamín y
más adelante Esaú e Israel entierran a su amadísimo padre, el gran patriarca
Isaac, hombre justo, emprendedor, benevolente y temeroso de la palabra de Dios
como ninguno.
Y así, desde las entrañas de su abuelo Abraham, pasando por
las carnes de su hijo Isaac, llega el tiempo del último gran patriarca que le
da nombre a su patria al ser llamado Israel por el mismísimo Dios omnipotente
de toda la creación; Y nace y se expande la descendencia de su pueblo, sus doce
hijos, las doce tribus de Israel, la nación bendecida y escogida por el Dios que
todo lo es y todo lo sabe por siempre y para siempre.
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